MANUEL CALDERÓN
CUADERNO DE PINTURA
MAYO 26 – JULIO 9 | 2022
A primera vista parece una hoja suelta de cuaderno envejecido por el tiempo, con el detalle de un retrato renacentista, familiar, clásico. Sobre esa hoja simple y sin pretensiones se observa la tradicional cuadrícula escolar, aquella que agobia la página con su sinfín de líneas y vértices. Ícono de aquella educación rígida y estricta. Eso es a primera vista, porque en esta ocasión el artista busca que el espectador se acerque, que absorba cada detalle, cada indicio y color impuesto sobre el papel. La retícula se convierte en un mapa que permite explorar con precisión la imagen fragmentada. Guía la mirada de un lado al otro del papel, donde no admite que se pierdan las particularidades de cada rostro, la delicadeza de un trazo imperceptible.
En Cuaderno de Pintura, Manuel Calderón nos revela un aspecto nuevo de su obra, el color, en el que demuestra que su virtuosismo continúa intacto, solo que ahora viste de matices y tonalidades que dan vida a otra faceta del artista. La observación consciente y atenta de Calderón es el punto de partida para sus dibujos. Del encierro vino el tiempo, el tiempo que se manifestó en dedicación, en repasar las obras de los grandes museos como la National Gallery, el Museo del Prado, o el Metropolitan Museum of Art con consagración expresa. La digitalización de la imagen análoga le permitió ver cada detalle sin los por menores de las masas o el control intenso del guardia de museo, quien considera que el espectador está demasiado cerca para su gusto y el de las obras.
Del estudio intenso se reveló el capricho antes que el azar. Las imágenes que lo cautivaron no eran los héroes apoteósicos de pinturas épicas y recordadas. Eran los personajes que se mimetizaban en el trasfondo. Aquellos individuos secundarios que no encontraban refugio en la mirada de un observador afanado y embelesado por las imponentes obras del museo. En el trasfondo quedaron Cristo, y otros tantos reyes y mercaderes con ínfulas aristocráticas. Calderón se fue alejando de las escenas y el contexto para acercarse milimétricamente a las miradas cautivadoras de figuras sin nombre. Se interesó en el estudio de la evolución de la mirada. En primera instancia fueron algo esquivas, más adelante suplicantes, otras veces aspirantes; algunas son directas y penetrantes, o quizás estoicas o desinteresadas. Es un ejercicio infinito, a quien vemos nos mira. Tanto así que lleva al espectador a preguntarse quién está siendo visto.
La obra creada por Calderón se aparta de lo obvio. Reconfigura los rostros, a partir de cortes y secciones geométricas un tanto inesperadas en la composición. Las imágenes han sido intermediadas, algunas cortadas asemejando un collage lineal y simple, otras con escisiones que interponen un espacio fortuito entre ellas. En el vacío hace que nos interesemos por la ausencia de lo que no vemos. Hay otras con ondas desorientadoras como si fuera un tiraje erróneo de aquellas láminas académicas de hace tanto. Sin embargo, ese juego de la imagen intermediada de Calderón es parte del ejercicio de observación. Nada parece ser lo que es. En aquellas rayas perfectas de la cuadrícula impositiva e impresa, se esconden ligeros defectos, detalles deliberados del artista.
Los personajes elegidos se caracterizan por su tez blanca y facciones occidentales. Es evidente que los referentes son de artistas protagonistas de museo como Rubens, Ghirlandaio y Durero, entre otros. Es una selección eurocéntrica, inevitable, es la imposición inequívoca de la historia del arte y de quienes instruyen lo que se considera la historia del mundo. En su obra Calderón no se detiene ante las limitantes del dibujo, lo explora como un ejercicio casi pictórico; los lápices de colores sustituyen el óleo de los grandes. Percibe las sutilezas de esas pieles blancas cuya variedad se convierte en un espectro emocional de cada personaje, delicadas transiciones de rosados, naranjas, azules, amarillos y verdes que componen los tonos de sus caras.
En Cuaderno de Pintura, la intimidad es la celestina de las miradas. Se revela aquel intercambio intenso, donde el espectador se siente observado, vigilado, sin quitar en un ningún momento la mirada, con la cadencia rítmica entre aparición y desaparición, lo que vemos y lo que nos mira.
Manuel Calderón (Bogotá, 1985) es licenciado en Artes Plásticas de la Universidad Nacional y obtuvo matrícula de honor en la maestría en Investigación, Artes y Creación de la Universidad Complutense de Madrid. En 2011 recibió mención de honor en el V Salón de Arte Bidimensional de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, al año siguiente ganó el Primer Premio de Adquisición EFG Bank y Revista Art Nexus, uno de los premios más importantes en el contexto artístico latinoamericano, y en 2015, en la feria ARCO, con Colombia como país invitado, presentó su proyecto Entre cajas en el stand de la galería El Museo. Su obra ha sido exhibida en diversas exposiciones como I wanna be with you, del Museo de Arte Moderno de Bogotá, y ha hecho parte de diferentes eventos artísticos en Londres, París, Barcelona, São Paulo, Lima, Buenos Aires, Santiago de Chile y Miami.
Actualmente vive y trabaja en Madrid, donde desarrolla su investigación plástica y académica. Su práctica artística centra el interés en el dibujo, en las posibilidades que abarcan lo esencial de las técnicas tradicionales y la complejidad de los medios digitales.
Por Viviana Mejía
OBRAS