Tras años de hacer fotografía de calle, con énfasis en una composición geométrica rigurosa Sebastián Dávila decide dar un paso más allá hacia la búsqueda del control absoluto: construir los espacios para fotografiarlos. El artista reflexiona sobre la condición humana, y su relación con en el espacio, a través de la escala y la sugerencia de narrativas absurdas. Los espacios arquitectónicos inútiles, generados a partir de objetos encontrados en la calle o en basureros, se componen para habitar lo inhabitable y transformar en lugar lo que ya se consideraba desecho.
TEXTOS
El percibir de qué manera un individuo ocupa un espacio determinado, siendo este tan esencial y superfluo a la vez, conduce a una reflexión sobre la ambigüedad de la existencia. El ser humano aun dentro de su racionalidad logra vivir en una realidad que no tiene explicación y al hacerlo acepta la incertidumbre de las preguntas que no tienen respuesta.
“Un espacio de tiempo definido” es un trabajo de observación donde los elementos fotográficos tradicionales, el espacio y el sujeto, se convierten en el lenguaje por medio del cual se dialoga acerca de la escala humana. Tres series de fotografías de gran formato conforman la exhibición: “Pausas”, “Gravedad Constante” y “Hombre de Vitruvio”.
En “Pausas” la profundidad de cada fotografía se reduce al ancho de un andén y sin embargo el espacio se siente amplio. El muro que hay detrás de este andén abarca casi toda la imagen y parece no tener límites. La fotografía es prácticamente un solo plano, el telón de fondo. La organización de los elementos que delimitan los espacios negativos de esta superficie a través de la búsqueda de un equilibrio asimétrico de forma y color es la base principal de este trabajo. Postes, tuberías, las imperfecciones del muro, las sombras y la figura humana son algunos de los elementos que constituyen esta abstracción arquitectónica. El personaje – que no sabe que esta siendo fotografiado – habita el espacio y nos da el referente para medirlo. Un personaje que se puede estar preguntando qué es ese lugar y porqué está él ahí.
“Gravedad Constante” maneja un proceso, lenguaje y concepto similar a “Pausas” pero cambia el punto de vista. En este caso en vez de la superficie de un muro, el telón de fondo es el suelo. Estas fotografías, tomadas desde puntos altos, enfatizan el concepto de espacio bidimensional ya que en la mayoría de los casos el único elemento que sobresale al plano es la figura humana. Las manchas del pavimento, las tapas de las alcantarillas y las líneas de tránsito adquieren propiedades pictóricas. La sombra del personaje no solo suele ser la única sombra sino que tiende a ser más grande que el propio personaje recordándonos nuestra dimensión al contrastarla con la magnitud del espacio que habitamos. El personaje parece ser consciente del suelo que pisa, de la sensación del piso oprimiendo sus zapatos hacia arriba, de la esfera que tiene debajo de sus pies.
El punto de partida de “Hombre de Vitruvio” viene de intentar reproducir la sensación de un recuerdo de infancia. El momento en que al aprender sobre el sistema solar y el universo se tiene por primera vez conciencia de la minúscula escala de uno mismo. Fotografiando muñecos de dos centímetros de altura en un contexto natural en donde no es identificable a primera vista el tamaño del personaje o la dimensión del entorno, se hace una reflexión sobre las proporciones humanas a escala del universo. El personaje, siempre de viaje con sus maletas, parece estar buscando algo que no puede esperar; sabe que su espacio de tiempo es definido.
Sebastián Dávila
Tras años de hacer fotografía de calle con énfasis en una composición geométrica rigurosa, con una obsesión por que cada uno de los elementos incluidos en el encuadre estuvieran en su lugar apropiado, decidí dar un paso más allá en la búsqueda del control absoluto: construir los espacios para fotografiarlos.
El primer paso en el proceso es montar la cámara sobre el trípode. El espacio lo voy diseñando desde un punto de vista fijo, mirando a través de la cámara. Este método me da la posibilidad de manejar la línea como en un dibujo y, por lo tanto, trabajar las sombras como elementos centrales de la composición. Además, me permite en un solo trabajo desahogar dos frustraciones personales, la de poder dibujar y la de ser arquitecto. Y esto, en la mejor de las condiciones, ya que creo estar siendo el arquitecto de los espacios que me gustaría dibujar si tuviera alguna habilidad con un lápiz. Espacios irracionales; situaciones que no tengan que tener sentido.
Desde que empecé a hacer fotografía he utilizado la relación entre el espacio y la escala de la figura humana como una alegoría de nuestra experiencia en una realidad llena de preguntas que no tienen respuestas. Monólogos es el primer trabajo en el que no he incluido a un personaje. La silla vacía sugiere este personaje y nos da el referente principal con el cual medir el espacio.
Para el espectador es fácil volverse el personaje ausente, sentarse en la silla, habitar el espacio, recitar su monólogo. Son espacios para pensar en voz alta. Lugares con mucho silencio. Escenografías esperando a que algo suceda. Un juego geométrico basado en definir los límites del vacío. Un estudio del contraste entre luz y sombra.
Construir estas maquetas para ser fotografiadas me ha dado la posibilidad de descansar de las limitaciones de la realidad, de evitar connotaciones geográficas y de hacer lo que nunca pude hacer como estudiante de arquitectura, que las cosas no tengan que tener una justificación. Me interesa el absurdo. Me interesa la contradicción visual que genera un espacio evidentemente hecho de papel y cartón que se siente amplio, transitable y extrañamente real.
Sebastián Dávila