«Desvelamientos»

 

Galería 1
Septiembre 10 a Octubre 17 de 2014

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La primera exposición individual de Adriana Duque que se presenta en nuestra galería reúne un conjunto de fotografías que hacen referencia a la pintura, al teatro, a la literatura y al cine. En cada una de las imágenes se evidencia su interés por la atmósfera emocional que caracteriza lo nocturno. Su obra fotográfica explora realidades que son escenificadas, y deambulan entre la penumbra, lo íntimo, el silencio, y lo misterioso, para entrar en la suspensión del tiempo y penetrar en un estado intermedio entre el sueño y la vigilia, entre la realidad y la ficción. Desvelamientos nos revela el mundo de Duque, que sospecha de lo ruidoso, y lo visible, para encaminarse en la búsqueda del secreto y la soledad en un enfrentamiento continuo entre el realismo y la fantasía. La muestra también contiene obras de diferentes series realizadas por la artista, como Iconos, Retratos Negros, La Corte Escondida, entre otras, donde los paisajes, los retratos y las escenas derivadas de la historia del arte son los protagonistas. Su obra ha sido expuesta internacionalmente y forma parte de importantes colecciones.

Graduada de artes plásticas, de la Universidad de Caldas y con una especialización en fotografía digital, del Instituto Grisart de España, Adriana Duque ha recibido importantes premios y distinciones, dentro de los que se puede resaltar el II Premio Colombo Suizo de Fotografía en 2006, El primer premio del Salón Regional de Artistas del Museo de Arte de Pereira en 2002, y la mención de honor de la Bienal del Caribe realizada en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo en el 2001.

Duque ha participado en numerosas exposiciones individuales y colectivas a nivel nacional e internacional. Su obra se encuentra en importantes colecciones como la del 21C Museum en USA, el Museo de Arte Moderno de Medellín en Colombia, y la Colección RPA en Sao Paulo, Brasil.

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Texto sala

 

Paisajes, retratos de niños, escenas derivadas de la historia del arte, conforman la presente exposición de Adriana Duque. Cada imagen, sin renunciar a su individualidad, se carga de la complejidad simbólica que tiene lo negro y oscuro en nuestra cultura y psicología colectiva.
 

Un grupo de fotografías nos evoca la mirada romántica que vinculaba el paisaje a un estado del alma. Son imágenes brumosas, imprecisas, enmarcadas en un claro-oscuro que torna borrosas las formas y donde la luz y la oscuridad, lejos de oponerse, parecen gestarse mutuamente. Esta serie de pasisajes que se presenta en el Espacio Proyectos de la Galería El Museo, reúne fotografías tomadas por la artista en Italia, y constituye un grupo homogéneo de imágenes que muestran, enigmáticamente, senderos, vías sin origen ni destino, en medio de la nada, sin presencia humana, o mejor, donde lo humano se presenta o presiente en tanto que ausente.
 

Los retratos son una tradición en las artes occidentales. A través de ellos se intenta dar cuenta del alma del retratado, pretensión radicalizada en los retratos infantiles que nos presenta Adriana Duque en esta muestra. Niños y niñas nos miran desde la distancia, desde un fondo oscuro, desde un tiempo pasado y lejano, desde un universo espectral, desde la propia noche psíquica que parece definirlos. Allí reside la inescrutable fuerza de su mirada y esa callada intensidad situada más allá del lenguaje; hay algo en su infinita mirada no alcanzado por la palabra y que desborda la idílica e idealizada concepción que tenemos de los niños.
 

En otro grupo de retratos los encuadres se distancian de la frontalidad y el primer plano para dejarnos ver un escenario propio de las representaciones de princesas del arte flamenco. Por la oscuridad y por la palidez espectral de los rostros, se cargan de misterio, de algo detenido fuera del tiempo, o se sitúan en un tiempo en el que se citan diversas temporalidades. En algunas de ellas encontramos una zona escondida, en la parte posterior de la escena, que interroga y perturba el orden y la coherencia de la representación, se trata del asomo de un recinto campesino colombiano. Como si detrás de lo manifiesto se escondiera otra realidad, como si detrás de un mundo mágico e ilusorio de procedencia europea emergieran esas realidades locales. Ese montaje de tiempos y espacios desiguales se suma a la ambigüedad causada tanto por la penumbra como por los envíos y reenvíos entre el espacio fotográfico y el espacio pictórico, entre la sensación de realidad fotográfica y la ficción pictórica, entre la claridad de la presencia y la oscuridad de lo ausente o perdido.
Retratos de niñas viajan a través del tiempo para tomar el lugar de las mujeres de Vermeer, salvo que en esta oportunidad la escena es nocturna. La distancia y oscuridad apenas se ve alterada por una luz que penetra suavemente por la ventana del costado izquierdo, dejando ver la extrema palidez de las niñas. Todas ellas se encuentran suspendidas en el tiempo, ritualizando los actos que emprenden como el tejer o leer.
Se trata de niñas-mujeres situadas en recintos nocturnos e íntimos en estado de espera, como queriendo señalar la profundidad femenina de esa condición. Situadas cerca de la ventana, miran hacia afuera, receptivas a ser fecundadas por alguna presencia. Pero, como en el arquetipo mismo de la espera en su sentido bíblico, se trata de un estado emocional que no riñe con el presente, por el contrario, es una presencia plena, una presencia que por su lentitud ritualiza el momento presente. La espera emerge como forma de ser, como identidad generosa y profunda, mientras ella acontece se tejen mundos y la vida se llena de una profunda intimidad. Lo femenino espera, la espera es femenina.
 

Las imágenes de Adriana Duque trabajan sobre el tiempo, el tiempo muerto, el tiempo en el que aparentemente no sucede nada, el tiempo que se sale del tiempo, el tiempo suspendido, el tiempo de la espera. La exposición se completa con un tríptico de videos que terminan por consolidar estas sensaciones. Al borde del silencio y la quietud, los tres videos suspenden la vida en sus ritmos cotidianos para introducirnos en un tiempo otro. Desde un movimiento lento interpelan y animan el resto de las imágenes estáticas, como si todas se orquestaran en ese ritmo detenido.
La exposición nos revela personajes que se definen por lo escondido, íntimo, solitario, ensimismado y silencioso. Ellos nos introducen en un mundo en contravía a una cultura amante de lo claro, lo bullicioso, lo certero y lo preciso. El mundo de Adriana Duque sospecha de lo visible, de lo colectivo, de lo ruidoso, y se encamina a la búsqueda de lo apenas entrevisto, del secreto y la soledad. Quizás podríamos terminar apelando a Pascal Quinard: “ tal vez hay que poner en silencio el lenguaje y volver a dirigirse al mundo un poco más silencioso, un poco más desobediente, un poco más confuso”.
 
Javier Gil

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Retratos Negros

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Retratos

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Iconos

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Infantes

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Renacimiento

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Pinocho

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Panorámicas

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