«Oxímoron»

 

Sala Obras Únicas
Septiembre 15 a Octubre 15 de 2016

Un encuentro con la obra de Jorge Magyaroff (Bogotá, Colombia, 1979) es estar frente a la delgada línea entre el accidente y el incidente; nos conmueve contemplar la bella presencia de un involuntario error que parece haber sido dejado como un acontecimiento en pausa. Pero al ver las series reunidas de Magyaroff descubrimos que eso que en un solo trabajo parece el maravilloso encuentro de una serendipia, en su producción reunida se revela como la representación del error fabricada de manera minuciosa. Es decir que la belleza de sus objetos recae precisamente en su contradicción, convirtiendo sus objetos pictóricos en un oxímoron.

 
Esta idea en cierta medida recuerda que la poética del accidente tiene su epítome en la frase del conde de Lautréamont con su fortuito encuentro de la máquina de coser y el paraguas sobre la mesa de disección. Entonces el azar, el accidente y las huellas del caos controlado de Pollock determinan algunos de los puntos importantes de la creación de Magyaroff razón por la cual sus primeras series en torno a esta indagación No hay que llorar sobre la pintura derramada (2011) y Escenarios – Pinturas accidentales (2012) evocan en sus títulos ideas como el error de una acción que ya no puede ser evitada y la recreación de dicho error de manera premeditada. Se trata de latas de pintura que se han abruptamente volcado invadiendo agresivamente de color la superficie. Pero lo que vemos no ha sucedido realmente, se ha construido la escena del delito, y se ha determinado hasta donde llega el color y que color debe ser. Se trata de una composición en la cual el tiempo parece ser detenido por el artista, como prueba de su control sobre su propia creación. Un caos controlado y un accidente premeditado: más oxímorones.

 
Así es que el otro valor de gran relevancia en su producción es cómo en estas indagaciones la pintura pasa de ser el medio al tema; deja de ser la materia con la que se representa para ser objeto mismo de su materialidad. En Intersecciones (2014) la presencia deja más pistas de su incidentalidad que de su accidentalidad, pues se trata de latas de distintos colores que en su aparente y fortuito encuentro se entremezclan de una manera armónica y bastante sospechosa. Así que el volumen del color en Magyaroff es el valor más importante de su reflexión como artista, heredero de una preocupación que Anish Kapoor y Niki de Saint-Phale han llevado a sus máximas consecuencias.

 
El encuentro con la obra de Magyaroff pone en duda y con mucho humor la sacralidad de la pintura como medio hegemónico en la historia del arte. Esto se debe a que los objetos que presenta y recrean sus escenas parecen materiales de un descuidado albañil o pintor de brocha gorda. Sus objetos pictóricos son motivo de sorpresa, de humor y de admiración en ese mismo orden, pasando progresivamente en el ojo del espectador por desprevenidos elementos caóticos que devienen en poderosas formas de una producción artística seria, además, siempre seductoras en su carismática presencia cromática.

 

Christian Padilla
Historiador de arte y curador

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