Galería
Marzo 7 a Abril 30 de 2018
Álvaro Barrios – Starsky Brines – Luz Helena Caballero – Sebastián Camacho – Juan Francisco Casas – Adriana Ciudad – María José Chica – José Luis Cote – Maria Cristina Cortés – César Delgado – Manuel Esnoz – Francisco Fernández – Sebastián Fierro – Jansel Figueroa – Jaime Franco – Nicolás Galindo – Fernando García – Gonzalo García – Sair García – Nicolás Gómez – Pipo Hernández – Federico Herrero – Carlos Jacanamijoy – Aurora Lario – Carlos León – Verónica Lehner – Luis Luna – Armando Mariño – José Horacio Martínez – Catalina Mejía – Juan Mejía – Alberto Miani – Marco Mojica – Laura Mora – Ana Mosseri – Mariana Najmanovich – Vicky Neumann – Nadín Ospina – Boris Pérez – Mauro Piva – Antonio Puri – Giovanni Randazzo – Martha Rivero – Cristina Rodriguez – Miguel Ángel Rodríguez Silva – Maria Isabel Rueda – Pedro Ruiz – Carlos Salazar Arenas – Freda Sargent – Alejandra Seeber – Gabriel Silva – Lina Sinisterra – Ernesto Soto – Anthony Stark – Santiago Ydañez
Principiando el siglo XX, la pintura se convirtió en objeto de intensas discusiones y censura, que con sus validaciones y osadía sentó las bases de lo que serían las vanguardias y el trazado para lo que es el arte hoy. A mediados del siglo pasado, se llegó a decretar su muerte para dar paso a otros lenguajes más dinámicos.
Para muchos es un hecho consumado el que se declarara la pintura como un “lenguaje muerto” del que no quedan más que vestigios, los cuales se convirtieron en partes de un cadáver que era devorado o se consumía en el desierto de la incomprensión. Muchos la lloraron y aún la lloran y otros la defienden sin que la pintura lo requiera o se interese por ese llanto o por su defensa. La pintura misma ha sobrevivido y sobrevivirá a todos los embates a los que se le ha sometido a través de la historia. En los años noventa fue vista como extensión decadente de una modernidad que acabó con todas las utopías. La pintura proscrita se camufla y resucita, evidenciando su fragilidad y desnudez sin ningún pudor.
Luego reaparece expandida, cada vez más dinámica y vital, libre de especulaciones y falsas expectativas. Joseph Beuys decretó la muerte de la pintura en Dusseldorf y la condenó a ella y a la poesía al ostracismo al declarar, parafraseando a Adorno:
“Hacer pintura después de Auschwitz es obsceno”.
La pintura es un acto de resistencia y persistencia que viene desde de los hipogeos de Tierradentro, las cuevas de Altamira y Lascaux o los murales de Bonampak, las pinturas chinas y del Imperio Egipcio Antiguo; pasando por las ancestrales pinturas de Constantinopla, Roma, Pompeya e India, los dibujos de los Navajos y las esculturas pintadas de los Olmecas, los monolitos de San Agustín, los Calima, los Incas y los Mayas, entre muchas maravillosas culturas que apenas podemos reconocer en el tiempo. Su inmortalidad es parte del hombre y de su esencia.
Los monjes del medioevo iluminaron los exquisitos manuscritos de la Biblia y Libros de las Horas; otros han pintado en paredes y calles para atraer nuestra atención con sus potentes mensajes y así se han opuesto a la muerte. Mujeres y hombres han vivido el mundo que se les ofrece a través de ella.
La pintura… inmortal por su capacidad de reinvención y su permanente transmutación. En cada generación de artistas, mujeres y hombres, la pintura ha sabido dejar en este lenguaje exquisito toda la inconmensurable dimensión del espíritu humano. Nada la detiene porque es eterna. Siempre está expandiéndose relacionándose con otras manifestaciones del arte y la vida. Su paso ha sido un luminoso faro que guía el espíritu rebelde de quienes se han sobrepuesto a su condición mortal.
En Colombia al llegar la década de 1990, y como resultado del final de las utopías que cayeron junto con el muro de Berlín, la pintura parecía proscrita y desterrada de los escenarios nacionales del arte. Entonces, buscó en su pasado nuevas rutas instalándose en la posmodernidad para continuar con su vigencia. Los artistas tomaron posiciones más críticas y los pintores, que cada vez eran menos, aprovecharon para aligerar cargas despojándose del estilo y despreocupándose de la figura del héroe plástico.
La pintura, la gaya pintura agonizando condenada, muy pronto se reencarna en potencias jóvenes que ven con otros ojos el mundo imprevisto que se aproximaba, y se incorporan a él sin ambages y sin prejuicios. “Viene el ordenador”, título de Sigmar Polke para una pintura de los años ochenta, pareció profetizar el fin de las viejas disputas entre pintura abstracta y figurativa, dando paso a un intercambio vertiginoso e inmaterial, olvidando el peso del estilo y la figura inevitable del héroe; más cerca a la memoria personal frente a las emisiones del poder y extraviada a veces en un laberinto de reclamos por haber pasado tanto tiempo como reina de las artes. Agonizante y condenada, muy pronto veríamos como se reencarna en potencias jóvenes que ven con otros ojos el mundo imprevisto que se aproximaba. “Viene el ordenador”, así titulaba Sigmar Polke una pintura de los años ochenta en la que dejaba ver como se diluían las viejas disputas entre pintura abstracta y figurative, mientras se daba paso a un lenguaje renovado que se expandía en silencio y que muy pocos parecíamos entender.La pintura que los pintores y pintoras han legado a través de los milenios, es la herencia que propicia su eternidad.
Pintar hoy es tarea difícil, requiere disciplina y pasión, conocimiento y dedicación, sorpresa y fascinación, crítica e ironía. Es un tiempo distinto el de los artistas que hablan desde la pintura. Desconocemos el poder expansivo de una fuerza que está ligada a la vida de los que la ejecutan y se acercan a vivir para siempre intentando y buscando en ella. Mirar pintura también es difícil porque es mirar más allá de las apariencias para concentrarse en un movimiento distinto. Observar la pintura requiere de tiempo y dedicación, es ser capaz de diseccionar interpretar, reconstruir, destruir y entregarse a lo inexplicable, lejos del afán de novedad e inmediatez superficial.
Escribía Max Ernst a principios del siglo XX que la diferencia entre hacer una comida y hacer una pintura es que los resultados de la primera son calificables inmediatamente, pero los resultados de la segunda son impredecibles.
Hoy la pintura se expande ilimitadamente en múltiples asociaciones: ligada al video, a la gráfica, a la infografía, a las publicaciones, ligada a la escultura y la instalación y como parte de lo performativo. Escéptica como parte de su propia destrucción, o auto-infringiéndose castigo, emitiendo signos de rechazo y negación como una anomalía en su organismo, ahora la pintura se reinventa eternamente inmortal.
Con su actitud y respuesta ante la vida y la obra, el artista pintor hoy ya no se define solo por la habilidad en el manejo de lo técnico o su destreza, sino por su capacidad de hacer visible lo invisible
Por Jose Horacio Martinez
Marzo 2018
Panorámicas
[gmedia id=379]